Escribir es un acto físico que adquiere características de representación mas allá de nosotros mismos, ya que sin poder dudarlo pasa a ser la continuación de nuestro yo total tanto consiente como inconsciente. Y escribir de amor o escribirle al amor, es también parte de lo mismo.
El amor, el amor, es una emoción que está en cada uno de nosotros, desde el día que somos concebidos y diría que antes de eso también, ya que no hay que ser esotérico ni pertenecer a ninguna religión especial para saber que estamos hechos a imagen y semejanza del padre, no importa que nombre tenga ni de donde sea, solo que, quien es capaz de ser padre del universo es un ser de amor, es por esta razón que soy capaz de enfatizar que antes de nacer ya somos amor.
Tan sólido como parece y tan etéreo para describirlo, lo cierto es que el amor mueve montañas, en algunos casos, y en otros es capaz de viajar a otros mundos, estas situaciones tan agrandadas pareciera ser que nos mostrasen algo imposible, sin embargo el amor está lleno de tanta magia de tantos imposibles, que solo debemos ansiarlo y dirigirlo para hacerlo realidad.
Tan simple, es por esto que muchas veces no lo vemos, porque es como una semilla que buscamos sin cesar por todos los rincones o tiendas especializadas, sin embargo es una chispa o aquella pepita que destelló en la concepción. La que nuestros ojos no pueden mirar y eso les desespera, solo se puede sentir y se pasa la vida buscando, cuando al final, antes de mirar atrás al llegar a destino nos dimos cuenta que la teníamos nosotros guardado y no lo vimos.
Se escribe al amor, desde muy niños, sin saber aun que eso existe, escribir al amor es poder expresarse desde el fondo de si mismo, eso no se piensa, eso no se planea eso fluye como torrente sin límites, y no se detiene, en cada edad algo especial, en cada tiempo un verso diferente, o quizá serán besos, también nervios, sueños e ilusiones, el amor somos nosotros mismos, son los anhelos, son las ilusiones, son las metas son los mimos, en fin, también y porque no las tristezas, las des-ilusiones, los fracasos, y la caídas, allí también hay amor, porque nada pasa sin afecto, y nada vuelve a reintentarse sin pasión.
En la polaridad de nuestra existencia, estamos aprendiendo que los extremos son simplemente envolturas complementarias de la totalidad, el cariño y la enemistad, lo caliente y lo frío, lo bueno y lo malo, son solo expresiones dinámicas de nuestro ser. Los extremos nos ofrecen así la fogosidad de sus reflejos. Es decir, cuando experimentamos el sufrimiento, entonces entendemos la alegría, y cuando nos asfixiamos en lágrimas, entonces conocemos la misericordia de la risa. El dolor es al placer lo que la caída es a la contención, lo que no es así es lo que no vemos, porque cada envoltura depende del otro para su identificación. La experiencia humana es vivir estas integridades extremas de nuestras emociones, y eso, en cierta manera, despierta el percibir en el cuerpo emocional, el como captamos la intensidad de nuestras emociones. Aun en el dolor, debemos experimentar la emotividad del sufrimiento, ya que es la intensidad de la emoción compasiva lo que nos impulsa a mover montañas y a ir eternamente más allá de nuestras limitaciones.
Después de esta reflexión es cuando la escritura se vuelve grande, es a través de ella que dejamos nuestra huella en la vida, no con los ordenadores, sino con nuestros papeles rallados, llenos de citas quizás y entremedio un salto de gracia una raya especial, un beso robado una ilusión pintada, una libreta de antaño y así no terminaríamos nunca.
Escribir produce magia, ya que deja toda nuestra energía en estos trazos llamados letras, deja inscrito sin decirlo lo que somos y aspiramos, mas aun hace fuerza y es una junta poderosa cuando queremos sanar el alma, o atraer una fuente milagrosa. Los compromisos se firman, las declaraciones se escriben, los sueños, los anhelos, las conquistas y los agradecimientos también. Todo aquello que queremos que perdure y que se cumpla.
En estos tiempos de apertura de conciencia de cambios tan grandes, de tanta bulla y tanta distracción, hago una invitación a escribirle al amor, una carta a nosotros mismos, expresando lo mejor que tenemos y que es aquello que anhelamos, no para los hijos no para el novio no para el otro sino para nosotros, cual es la magia que buscamos, quizá será volvernos a enamorar de quien esta a nuestro lado, quizá será mirar la vida diferente, recorrer el mundo, abrir la cordillera, quizá será, descubrir el silencio quizá será mirarse con amor, quizá será buscar un perdón, quizá será tener una ilusión, quizá será esperar una declaración, quizá será recibir un beso, quizá será aprender a decir te quiero, quizá será, quizá será saber decir que no, quizá…todo eso y cada una de esas cosas, que plasmaré yo con mi letra, queden como sello en mi alma y en un pacto conmigo misma, mi alma será mi cómplice, mi mejor compañera y guía . Mi letra es única y me representa.
En grafología nadie supera a nadie todos somos importantes, lo mejor es eso, la letra es personal y no hay personas que escriban al amor igual que las otras, porque somos especiales, y somos parte de un mundo donde todos tenemos cabida, y donde los trazos de nuestra escritura dejan nuestra huella irrepetible, perdurable en el tiempo real y en aquel que no tiene hora.
Perito /Grafóloga
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