El acto de nacer supone un desprendimiento, es el primer acto de sentirse independiente.
Se corta “algo”, un cordón que conserva la vida, es una acción física que responde a un símbolo interno que se repetirá a lo largo de nuestra historia.
Te dejo, porque quiero ser, y a su vez lloro, grito, proclamo, y desde la indefensión comenzamos el crecimiento. Sin embargo, la vida nos demuestra que ese “partir” supone un “re-encontrar”, un salir a buscar, una manera diferente de relacionarnos, donde minuto a minuto debemos ir probando nuestras fortalezas, símbolos y llantos nuevos, estamos tras la búsqueda de tender un cordón transparente, para tejer un camino y poder lograr el objetivo de estar unidos a alguien otra vez.
Cuando se es pequeño, las necesidades de comunicación son saciar el hambre, sentirse arropado y superar incomodidades como no poder dormir, pedir los-brazos, tener abrigo, o alguna insuficiencia especial de cada uno, la cual nos da satisfacción o placer. Por lo tanto vamos creando y urdiendo vínculos con símbolos que son leídos por otros desde afuera , ya sea quien nos cuida, ya sea los padres, los hermanos, son las primeras redes de sustento afectivo y fisiológicos.
Al tener más conciencia de vida y de uno mismo, se descubre la interioridad, se descubren los afectos, se ubica en su lugar lo fisiológico, se reconocen las necesidades, los placeres, los sentimientos, las emociones. (Así como también puede ocurrir que esto no suceda nunca.) Y conscientemente vamos tejiendo “redes”, con cordones que llevan nuestro nombre y nuestro sello, pidiendo unirnos a otros para alimentar aquello que llamamos alma, aquello que llamamos deseo, aquello que llamamos hambre, porque lo que si sabemos, es que no podemos estar solos, desconectados del aire y del latir de otro.
Después del primer corte , amorosamente alguien nos tomó en sus manos, giramos la cara y encontramos comida, urdimos entonces el primer cordón de esta vida . Con otro símbolo que seguirá estando presente, nos tendieron los brazos y nos acunaron en ellos. Por ahora los nuestros se mueven en libertad.
Antes de la tecnología, nuestras redes eran palpables, podíamos saber y describir a las personas de cuerpo y alma, al menos, lo que conocíamos de ellas, éstas eran quienes nos sostenían, un compañero de colegio/ universidad, un amigo cercano, un familiar que vivía lejos, el papá, la mamá, un profesor, un tutor, hasta el cartero amigo que traía la carta de amor consigo.
Hoy con las comunicaciones virtuales separamos las necesidades, las hemos dividido. Se escogen soportes que nos permiten desarrollar nuestro intelecto, nuestra razón, y nuestra afectividad de manera virtual. El hambre y los placeres físicos están en otro orden conductual, no van integrados al resto, ni en coordinación con aquellos, por lo tanto marchamos divididos. Somos a veces cuerpo y somos a veces alma.
Toda esta reflexión, del cordón personal, la traspaso a la hora de analizar un escrito y puedo deducir que hoy nos encontramos con una mayoría de personas que escriben igual a un ordenador, con letras imprentas que no se unen. Donde existe entre ellas un espacio de silencio y vacío que pertenece a veces a la duda, a la separación, un punto antes de la entrega, un lugar que dejamos a la mente y no al corazón, un territorio quizá donde entra la ausencia, la inseguridad, la soberbia.
En lo físico es la postura recta, de brazos abajo o cruzados de manera de protegerse y cuidarse, la reja que cuida, las manos un poco inertes a la reacción inmediata.
Si en grafología cada letra es mi Yo completo (mental, emocional, orgánico) y el Tu es la siguiente letra que me acompaña en la misma condición, nada más evidente que al estar separadas las letras no existe “unión”, “re-lación” no existe un cordón. Al ordenador no le interesa que estén unidas pues, su relación entre ellas solo demuestra una orden, dejar plasmada una idea, ya que el ordenador no piensa, no siente, no tiene vida propia, no tiene una conducta propia.
El lenguaje simplifica la realidad de forma extraordinaria. Produce a través de estos cordones inmateriales la re-lación y simplifica porque simboliza. Todo lo podemos representar por la inteligencia que poseemos. Así, el universo que es inmenso; queda convertido en un universo de bolsillo, y nosotros pertenecemos a él .
El escrito como lenguaje , ofrece una demostración incomparable de la comprensión humana. Es en el receptor de la comunicación donde se produce la metamorfosis aquel que nos lee, aquel a quien le tendemos la mano para invitarlo a en-lazarse ; de ahí; que la palabra escrita sea la realidad que se sale de lo puramente físico y hace que todos nos elevemos a un terreno metafísico sin darnos cuenta de ello. La dualidad observada en las palabras muchas veces no es más que un reflejo de la dualidad de la naturaleza humana; un cuerpo organizado por una forma espiritual.
Sucede que la conducta está esculpida por el estímulo, y en nosotros todo cambia. Poseemos la libertad inteligente en si que supone la liberación del estímulo, el alejamiento de su poderoso magnetismo. Y en la conducta encontramos que reina la subjetividad hasta el punto de poder obrar sin ganas e incluso en contra de las ganas. Todo en la conducta de respuesta está orientado a la supervivencia, en cambio, el hombre por su alma ,es capaz de considerar los objetos tengan o no relación con su propia supervivencia.
Somos autónomos frente al ambiente y a la presión de aquello que parece orgánico.
Manejamos un conjunto de símbolos orales y escritos con los que nos comunicamos , decimos aquello que se piensa y siente. Poseemos el poder de abarcar y comunicar la realidad con una facilidad pasmosa. Todo lo abarco y todo lo puedo expresar mediante palabras escritas. Es la superación de los limites espacio-temporales , exclusivo del entendimiento humano.
Tenemos la percepción sensible de las cosas mediante los sentidos, el conocimiento de la materia, de lo que se nos muestra, pero donde no interviene para nada el entendimiento; vemos las cosas pero no sabemos qué son,solo las entendemos
De alguna manera, y buscando fundamentos para la escritura imprenta, se puede inferir que es más cómoda, se entiende mejor, es mas legible, mas fácil de corregir para un profesor, y volvemos al punto original. ¿Alguien se puso a pensar que detrás de esta letra existe una persona especial?, ¿alguien se puso a pensar que no todos debemos ser iguales?
¿Alguien se puso a pensar que no importa ser tan legible pero más personal? ¿Alguien se puso a pensar, que no somos como un ordenador? ¿Alguien se puso a pensar que debemos comunicarnos en integridad?, ¿Alguien se puso a pensar que asi nos programan la personalidad? sencillamente pocos, pues hoy con la idea de la libertad personal nos separan de los demás.
Cuando se estrechan lazos poderosos como el que traemos desde el inicio de la vida, no valoramos el arquetipo del “cordón” porque a los ojos de la madurez, o de la conciencia, o simplemente por imposiciones, nos enseñaron que los cordones “atan” y no “en-lazan”
Sin estar abiertos a comprender la gratuidad que produce la relación de en-lazar, de en- trar, de in-cluir, de con-tener, así como lo encontramos en la más hermosa representación, de una madre a su hijo, una manifestación plena de amor sin condiciones, así mismo lo repetimos en un abrazo, nos atamos férreamente en una demostración profunda de cariño, y no de pertenencia, damos la mano, ofrecemos los brazos de manera sincera en señal de unidad de compromiso sin presiones , frente a aquellos que elegimos que nos protegen, y cuidan nuestra integridad.
¿Cuál es entonces la mirada? no desconocer que unos a otros estamos en-lazados y lo hacemos libremente, lo necesitamos, sin enterarnos muchas veces. Así mismo, en ocasiones nuestra escogencia es estar solos, y las redes invisibles están a nuestro lado, como las manos primeras. Escribimos en imprenta, en la creencia de la independencia, pero quedamos atados a la soledad , al llanto que no se escucha, al grito que rebota, y al clamor que se silencia.
A veces es mágico descubrir que podemos crear, escoger, tender, ofrecer, compartir, cordones especiales entre unos y otros, donde a través de ellos nos alimentamos mutuamente de alegrías, risas, silencios compartidos. Cordones invisibles donde fluye el amor sin límites, sin condiciones, sin nada a cambio, donde solo se siente que alguien nos sostiene, donde solo se encuentra el placer de entregar sin la espera de recibir.
Escribir uniendo las letras, como se enseñaba antaño, permite la fluidez de la integridad
de la totalidad del ser, permite reconocernos sociables, afectivos, con sed de amor y hambre de caricias entregadas a la vez, escribir en script, nos hace solitarios, un poco egoístas a la vez, nos pone barreras donde nunca debe haber tranqueras.
Unir la letra es unirse a otros, a los cordones del universo, aquellos por donde pasa la luz del sol y el alma de vida, el encuentro del amor, haciendo con eso más grande nuestro YO interior.
Se corta “algo”, un cordón que conserva la vida, es una acción física que responde a un símbolo interno que se repetirá a lo largo de nuestra historia.
Te dejo, porque quiero ser, y a su vez lloro, grito, proclamo, y desde la indefensión comenzamos el crecimiento. Sin embargo, la vida nos demuestra que ese “partir” supone un “re-encontrar”, un salir a buscar, una manera diferente de relacionarnos, donde minuto a minuto debemos ir probando nuestras fortalezas, símbolos y llantos nuevos, estamos tras la búsqueda de tender un cordón transparente, para tejer un camino y poder lograr el objetivo de estar unidos a alguien otra vez.
Cuando se es pequeño, las necesidades de comunicación son saciar el hambre, sentirse arropado y superar incomodidades como no poder dormir, pedir los-brazos, tener abrigo, o alguna insuficiencia especial de cada uno, la cual nos da satisfacción o placer. Por lo tanto vamos creando y urdiendo vínculos con símbolos que son leídos por otros desde afuera , ya sea quien nos cuida, ya sea los padres, los hermanos, son las primeras redes de sustento afectivo y fisiológicos.
Al tener más conciencia de vida y de uno mismo, se descubre la interioridad, se descubren los afectos, se ubica en su lugar lo fisiológico, se reconocen las necesidades, los placeres, los sentimientos, las emociones. (Así como también puede ocurrir que esto no suceda nunca.) Y conscientemente vamos tejiendo “redes”, con cordones que llevan nuestro nombre y nuestro sello, pidiendo unirnos a otros para alimentar aquello que llamamos alma, aquello que llamamos deseo, aquello que llamamos hambre, porque lo que si sabemos, es que no podemos estar solos, desconectados del aire y del latir de otro.
Después del primer corte , amorosamente alguien nos tomó en sus manos, giramos la cara y encontramos comida, urdimos entonces el primer cordón de esta vida . Con otro símbolo que seguirá estando presente, nos tendieron los brazos y nos acunaron en ellos. Por ahora los nuestros se mueven en libertad.
Antes de la tecnología, nuestras redes eran palpables, podíamos saber y describir a las personas de cuerpo y alma, al menos, lo que conocíamos de ellas, éstas eran quienes nos sostenían, un compañero de colegio/ universidad, un amigo cercano, un familiar que vivía lejos, el papá, la mamá, un profesor, un tutor, hasta el cartero amigo que traía la carta de amor consigo.
Hoy con las comunicaciones virtuales separamos las necesidades, las hemos dividido. Se escogen soportes que nos permiten desarrollar nuestro intelecto, nuestra razón, y nuestra afectividad de manera virtual. El hambre y los placeres físicos están en otro orden conductual, no van integrados al resto, ni en coordinación con aquellos, por lo tanto marchamos divididos. Somos a veces cuerpo y somos a veces alma.
Toda esta reflexión, del cordón personal, la traspaso a la hora de analizar un escrito y puedo deducir que hoy nos encontramos con una mayoría de personas que escriben igual a un ordenador, con letras imprentas que no se unen. Donde existe entre ellas un espacio de silencio y vacío que pertenece a veces a la duda, a la separación, un punto antes de la entrega, un lugar que dejamos a la mente y no al corazón, un territorio quizá donde entra la ausencia, la inseguridad, la soberbia.
En lo físico es la postura recta, de brazos abajo o cruzados de manera de protegerse y cuidarse, la reja que cuida, las manos un poco inertes a la reacción inmediata.
Si en grafología cada letra es mi Yo completo (mental, emocional, orgánico) y el Tu es la siguiente letra que me acompaña en la misma condición, nada más evidente que al estar separadas las letras no existe “unión”, “re-lación” no existe un cordón. Al ordenador no le interesa que estén unidas pues, su relación entre ellas solo demuestra una orden, dejar plasmada una idea, ya que el ordenador no piensa, no siente, no tiene vida propia, no tiene una conducta propia.
El lenguaje simplifica la realidad de forma extraordinaria. Produce a través de estos cordones inmateriales la re-lación y simplifica porque simboliza. Todo lo podemos representar por la inteligencia que poseemos. Así, el universo que es inmenso; queda convertido en un universo de bolsillo, y nosotros pertenecemos a él .
El escrito como lenguaje , ofrece una demostración incomparable de la comprensión humana. Es en el receptor de la comunicación donde se produce la metamorfosis aquel que nos lee, aquel a quien le tendemos la mano para invitarlo a en-lazarse ; de ahí; que la palabra escrita sea la realidad que se sale de lo puramente físico y hace que todos nos elevemos a un terreno metafísico sin darnos cuenta de ello. La dualidad observada en las palabras muchas veces no es más que un reflejo de la dualidad de la naturaleza humana; un cuerpo organizado por una forma espiritual.
Sucede que la conducta está esculpida por el estímulo, y en nosotros todo cambia. Poseemos la libertad inteligente en si que supone la liberación del estímulo, el alejamiento de su poderoso magnetismo. Y en la conducta encontramos que reina la subjetividad hasta el punto de poder obrar sin ganas e incluso en contra de las ganas. Todo en la conducta de respuesta está orientado a la supervivencia, en cambio, el hombre por su alma ,es capaz de considerar los objetos tengan o no relación con su propia supervivencia.
Somos autónomos frente al ambiente y a la presión de aquello que parece orgánico.
Manejamos un conjunto de símbolos orales y escritos con los que nos comunicamos , decimos aquello que se piensa y siente. Poseemos el poder de abarcar y comunicar la realidad con una facilidad pasmosa. Todo lo abarco y todo lo puedo expresar mediante palabras escritas. Es la superación de los limites espacio-temporales , exclusivo del entendimiento humano.
Tenemos la percepción sensible de las cosas mediante los sentidos, el conocimiento de la materia, de lo que se nos muestra, pero donde no interviene para nada el entendimiento; vemos las cosas pero no sabemos qué son,solo las entendemos
De alguna manera, y buscando fundamentos para la escritura imprenta, se puede inferir que es más cómoda, se entiende mejor, es mas legible, mas fácil de corregir para un profesor, y volvemos al punto original. ¿Alguien se puso a pensar que detrás de esta letra existe una persona especial?, ¿alguien se puso a pensar que no todos debemos ser iguales?
¿Alguien se puso a pensar que no importa ser tan legible pero más personal? ¿Alguien se puso a pensar, que no somos como un ordenador? ¿Alguien se puso a pensar que debemos comunicarnos en integridad?, ¿Alguien se puso a pensar que asi nos programan la personalidad? sencillamente pocos, pues hoy con la idea de la libertad personal nos separan de los demás.
Cuando se estrechan lazos poderosos como el que traemos desde el inicio de la vida, no valoramos el arquetipo del “cordón” porque a los ojos de la madurez, o de la conciencia, o simplemente por imposiciones, nos enseñaron que los cordones “atan” y no “en-lazan”
Sin estar abiertos a comprender la gratuidad que produce la relación de en-lazar, de en- trar, de in-cluir, de con-tener, así como lo encontramos en la más hermosa representación, de una madre a su hijo, una manifestación plena de amor sin condiciones, así mismo lo repetimos en un abrazo, nos atamos férreamente en una demostración profunda de cariño, y no de pertenencia, damos la mano, ofrecemos los brazos de manera sincera en señal de unidad de compromiso sin presiones , frente a aquellos que elegimos que nos protegen, y cuidan nuestra integridad.
¿Cuál es entonces la mirada? no desconocer que unos a otros estamos en-lazados y lo hacemos libremente, lo necesitamos, sin enterarnos muchas veces. Así mismo, en ocasiones nuestra escogencia es estar solos, y las redes invisibles están a nuestro lado, como las manos primeras. Escribimos en imprenta, en la creencia de la independencia, pero quedamos atados a la soledad , al llanto que no se escucha, al grito que rebota, y al clamor que se silencia.
A veces es mágico descubrir que podemos crear, escoger, tender, ofrecer, compartir, cordones especiales entre unos y otros, donde a través de ellos nos alimentamos mutuamente de alegrías, risas, silencios compartidos. Cordones invisibles donde fluye el amor sin límites, sin condiciones, sin nada a cambio, donde solo se siente que alguien nos sostiene, donde solo se encuentra el placer de entregar sin la espera de recibir.
Escribir uniendo las letras, como se enseñaba antaño, permite la fluidez de la integridad
de la totalidad del ser, permite reconocernos sociables, afectivos, con sed de amor y hambre de caricias entregadas a la vez, escribir en script, nos hace solitarios, un poco egoístas a la vez, nos pone barreras donde nunca debe haber tranqueras.
Unir la letra es unirse a otros, a los cordones del universo, aquellos por donde pasa la luz del sol y el alma de vida, el encuentro del amor, haciendo con eso más grande nuestro YO interior.
Grafoanalista
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