Ya nada será como antes, y se siente el peso de un quiebre, es una realidad que se enfrenta al menos por un segundo. A pesar de esto, tenemos frente a nosotros un mundo nuevo para descubrir lleno de emociones, sensaciones, y desafíos nuevos.
Por un lado sobrevivir, ya que el mundo sigue su ritmo sin tomarnos en cuenta, con la frialdad inmutable de hacernos sentir que la noche será siempre noche y el día sin sol o con este será siempre día.
El regalo está escondido y hay que encontrarlo no allá ni más lejos, solo bajar la cabeza y mirarse el ombligo, un espacio que nos recuerda la conexión que un día estuvo allí cuando dependíamos de otro que nos daba de comer, y que hoy me dice que soy yo un mundo nuevo, que grito de libertad con el sonido más lindo y armónico ya no con llanto sino con un aleluya mirando al cielo. Suena fácil y es complejo, supone solamente una entrega y un compromiso, es despojarse de todo lo viejo y hacer una entrega con las manos extendidas de lo que nos vestía , para recibir nuevo ropaje.
La reinvención permite, un acercamiento a la sabiduría, al encuentro del espíritu perfecto que habita entre nosotros desde lo eterno en el más calmo silencio. Permite también formularnos una propuesta personal, soy la misma sin embargo hoy no soy la de ayer. Permite superar miedos profundos de abandonos, de faltas de afecto de situaciones no aclaradas, permite tomar las riendas una vez más, sin que nadie intervenga. El resultado se crea día a día, la relación con los demás crece a través de esta experiencia, la magia sale del corazón, ya que en él se guarda el secreto propio que como miel y como luz, da la fuerza de vivir.
Enfrentarla, atreverse, encararla con los ojos abiertos mirando un mañana cercano lleno de alegría es recibir la recompensa segura que brinda la vida, sin saber por dónde vendrá ni como llegará, el espíritu lo hará por nosotros en el bruto silencio viajando muy lejos seguramente allí donde solo nuestros sueños tienen cabida, en busca de la felicidad , para entregárnosla el día menos pensado, quizás en un encuentro, quizás en un beso, quizás en un abrazo, quizás en un trabajo, quizás frente al espejo.
Los caminos están siempre frente a nosotros y hoy quiero explicarles que los gestos gráficos están al servicio de la búsqueda de la felicidad muchas veces y así mismo al encuentro de la verdad en otras.
Cuando escribimos lo hacemos creando márgenes imaginarios para nosotros, y en éstos estamos de alguna manera marcando algún tipo de límite.
En el margen derecho tenemos nuestra proyección de futuro. ¿Que quiere decir esto?
Simplemente que si muchas veces al escribir inconscientemente no queremos llegar al final de la hoja y nos devolvemos a escribir la siguiente línea dejando un espacio muy grande , de alguna manera nos estamos mirando al espejo y diciéndonos, que no nos atrevemos si no tenemos plena seguridad. Encontraremos muchos fundamentos para decirnos a nosotros mismos que preferimos el orden al desorden, que se ve más bonito, que es un tema que no tiene importancia, que seguramente es una costumbre adquirida. Todas las razones son válidas y muy dignas de respetarse pues es nuestra libertad de acción.
Sin embargo en ocasiones es importante darnos un poco de libertad y jugar a mirar las cosas de otra manera. ¿Porque un día no escribir hasta el final y ver qué pasa?, ¿que se siente?, ¿que me pasa?
Las invito a este juego de atreverse.
Cuando niños no había límites, porque no sentíamos miedos, estábamos protegidos, hoy existen los límites y son necesarios, sin embargo a veces frente al papel podemos desafiarlos y eso nos dará fuerza interna.
Reinventarse es buscar la felicidad en el corazón para ponerse a tono con lo nuevo con lo actual y mirarse luego al espejo y regalarnos una sonrisa que dirá la alegría está, las penas quedaron atrás.
M. Cecilia Sandoval Precht
Grafoanalista
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